Los sonidos de la naturaleza llegaron para ocupar el espacio que dejó el ruido de los carros, las motos y los aviones.
La significativa reducción del tráfico, de personas en las calles y de la actividad industrial y comercial en Bogotá y otras ciudades del país, se ha constituido en el escenario propicio para animales como las aves y los polinizadores.
La reducción del ruido y la temporal calma han permitido, por ejemplo, que tanto aves endémicas como migratorias salgan con mayor tranquilidad a merodear y buscar alimento, mientras que polinizadores, como las abejas, pueden adelantar de una mejor manera su vital función.
El confinamiento obligatorio para evitar el contagio del coronavirus ha hecho que los niveles de ruido ambiental hayan disminuido entre un 65 y 75% en el día. En la noche la reducción alcanza hasta un 95% en varios puntos de la ciudad, según la Secretaría de Ambiente de Bogotá.
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El mejoramiento del paisaje sonoro de la ciudad se ve reflejado en los datos arrojados por la Red de Monitoreo de Ruido Ambiental del distrito que ha establecido una disminución de 5 y 10 decibles (dB) en horarios diurnos, mientras que en el periodo nocturno la reducción llega a estar entre los 10 y 15 dB.
"En los sectores como la Zona Rosa, la zona universitaria, Restrepo, la calle 116 y Modelia, entre otros lugares asociados a la rumba y el esparcimiento, el descenso ha sido de hasta 20 decibeles, entre las nueve de la noche y las siete de la mañana, los viernes y sábados, días en los que se presentaba una mayor actividad", informó la secretaría.
Varios zorros cangrejeros o perrunos han sido avistados por ciudadanos bogotanos en sectores cercanos a los cerros orientales durante esta cuarentena.
La ausencia parcial de ruido también ha servido para que animales silvestres como zorros perrunos y ardillas, que habitan en los cerros orientales, se hayan aventurado de descender su hábitat para explorar el territorio.
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Un estudio adelantado por la Universidad de Colorado, en Estados Unidos, publicado en la revista Science en 2017, indicó que el 63% de las áreas naturales protegidas de ese país registra ruidos de origen humano que duplican el volumen de los sonidos de la naturaleza.
Así mismo, estableció que en un 21% de estas áreas el nivel del ruido multiplica por diez los niveles naturales.
El impacto de la contaminación acústica sobre los ecosistemas se ha subestimado, señaló Rachel Buxton, coautora de la investigación, quien sostuvo que sobre este tema falta mucha más conciencia.
La contaminación acústica se suele considerar un problema urbano, pero también tiene efectos negativos en la naturaleza, pues altera la distribución y el comportamiento de especies clave, situación que puede tener efectos en cascada sobre la integridad de los ecosistemas, señala el estudio.